A MIS TEMORES
Estas palabras
se esfuman,
las he visto
alejarse, las he sentido desaparecer,
las reconozco y
no creo en ellas
Adriana Patricia Tuberquia: “Con el alma
al aire”
Cuando
besas la comisura de mis labios
No
es solo mi boca la que te recibe
Es
también mi alma la que te siente
Te
abre la puerta para que recorras sus rincones
Y
descubras los temores, pelees con ellos y los destierres
Hazlo
tú, ya que yo... les tengo miedo
Y
se mueven como gigantes abatiendo mis sueños
Cuando
besas mis labios, me das fuerza para llenarme de motivos
Motivos
para reír, para amar, compartir y ser feliz
Eres
mi motivo, el que quiero y deseo, el más bello que tengo
El
más profundo que siento
Toma
mi mano y besa mi alma, que te necesita para volar
Te
regalo las palabras, la sonrisa, la alegría, los sueños y la magia
Olvida
las dudas y la tristeza
Ellas
son dos viejas amigas que de vez en cuando vienen y me visitan
Las
atiendo en la sala y les cuento mis confidencias
Ya
les hablé de ti y sé que sienten celos
Por
eso apresurémonos amor
Que
ellas no descansan.
TRAS
SUS RECUERDOS
Tú eres el habitante de los reflejos y los ecos,
pero aún oigo tu voz y tu corazón y veo tu sonrisa
y tu barba blanca y tu mano fuerte.
Vicente
Gerbasi: Mi padre el Inmigrante
Agarré del alambre las camisas y los pantalones,
Llené el morral con mis penas y me marché
Atrás, quedó el rancho al cuidado de los perros, el loro
y el espejo;
Antes de cerrar el broche del quitaipón, liberé las cadenas,
la jaula y la luz.
Cogí la punta del camino a la deriva y caminé hasta
despuntar la luna,
La que acompaña mis pasos errabundos en cada anochecer.
Así, partí aquel día.
Dejé en el patio mi mochila colgando del horcón
Apagué las brasas, retiré la leña del fogón y guardé los corotos
en la alacena;
Entonces, arranqué la foto donde estás con mi perro y la guardé
en un bolsillo.
Pasé al kiosco del patio, donde manos invisibles mecían
la hamaca y la desguindé,
Para no imaginar que eres tú, durmiendo infalibles sueños
rezagados.
Desde la colina, veo el rancho recostado sobre el suelo, por
la puesta del sol
El cedro ha madurado, vistiendo con flores magentas el
otoño de tu ausencia
Las torcazas ya no descansan sobre las cuerdas del
telégrafo a canturrear
El viento ya no se enreda con sus susurros entre las
hojas de los tamarindos
Y ya no se escuchan los gallos anunciando las madrugadas,
todo está inmóvil.
El pueblo está quieto, la iglesia sin sus golondrinas peregrinas
en su campanario
No solo a mí me dolió tu partida, el tiempo también siente
tu ausencia
A veces, me dan ganas de volver
Y esperar, para ver tu figura tangible entrando por el portal
del rancho
O salir al camino, cuando los aullidos de los perros me
anuncien tu llegada
Luego me pongo a pensar y entonces no vuelvo, por temor a
la soledad;
Por miedo de sentirme solo, ver tú café enfriándose sobre
la mesa triste
Escuchar al loro parloteando tus locuras, pararme frente
al espejo y ver tus ojos
A eso le tengo miedo, vivir de tus recuerdos atados a las
paredes del rancho.
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